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viernes, 26 de junio de 2009

¿CREEN QUE YA ES TIEMPO DE REFORESTAR?

Desde Olanchito

¿CREEN QUE YA ES TIEMPO DE 

REFORESTAR COMO DE SER?

Marel Medina Bardales

Para comenzar hay que nombrar un COMITE CIVICO REFORESTADOR ad honorem compuesto por un grupo de notables —que tengan tiempo y que en realidad sean notables— representativo de los grupos sociales de nuestra sociedad: Cohep, Fedecámaras, Cámaras de Comercio, Patronatos Comunales, La Radio y la Televisión Nacionales, Los Diarios, Clubes Rotarios, Clubes de Leones, Cámaras Juniors, Colegios Magisteriales, Sindicatos, Asociaciones Campesinas, el Ministerio de Educación, RR. NN., el INA, Las Fuerzas Armadas, La Presidencia de la República, el Congreso Nacional y cualesquiera organizaciones sociales que deseen unirse a la campaña reforestadora.

El comité deberá fortalecerse con tantos subcomités como municipios cuente el país integrados con la misma tónica de personas notables. 

Si se politiza o se burocratiza, esta campaña fracasará de inmediato y la gran perdedora sería Honduras como hábitat natural y todos los que en ella moren en el futuro. 

Es imprescindible imponer una moratoria por un par de lustros o por lo que la cuarta parte del siglo a las reservas forestales nacionales para permitirles una recuperación natural.

La prohibición incluiría el corte de leña para las comunidades con energía eléctrica tales como las ciudades más populosas, la tala industrial del bosque, el desmonte de la agricultura migratoria en las laderas de las cordilleras de los valles y un estricto control de las quemas de verano. 

Las zonas deforestadas deberán recibir un tratamiento específico dependiendo de su microclima y las necesidades de sus habitantes.

Por ejemplo, las zonas del sur y del centro podrán plantarse arboledas de crecimiento rápido —entre 8 meses y dos años— cubriéndose así las necesidades inmediatas de la población involucrada mientras se usan otros métodos alternos como los biodigestores comunales para las aldeas interioranas utilizando las heces fecales humanas, bovinas y porcinas canalizadas para obtener el gas metano necesario en las cocinas y alumbrado público; las ollas de energía solar directa y concentrada que permitirían al ama de casa de zonas tan secas y soleadas como el sur de Honduras, el sector occidental del valle de Olanchito, la zona central que abarca a los departamentos de Olancho, Francisco Morazán, Comayagua y Choluteca.

Estas ollas servirían para cocinar durante el mediodía sin consumir leña o electricidad; la instalación de los quijotescos molinos de viento —tan probados en Holanda desde hace siglos— en los lugares donde están confirmadas corrientes eólicas permanentes; en otras regiones se podrían utilizar algunas fuentes de energía geotérmica de fácil recolección.

  Todas estas medidas no son directamente de reforestación pero apoyan decididamente la conservación de la flora y la fauna que de momento está amenazada o a punto de ser amenazada.

Las siguientes medidas buscan la reforestación pero pensando en grande.

¿Podremos realizarlas o es una mera ilusión? La degradación ecológica de Honduras no está para medidas tibias sino para esfuerzos gigantescos de toda la ciudadanía —a las buenas o a las malas.

Para la ciudad capital se necesita un anillo reforestado de 20 quilómetros de radio a su alrededor que con números conservadores significa unos once mil árboles por hectárea en una área de 800 km cuadrados que representan ¡¡¡ 88 millones de árboles!!! en su mayoría pinos, robles, encinos y otra vegetación secundaria pertinente a dicha zona. 

La fuerza escolar y colegial podría aprovecharse para la siembra de cientos de miles de arbolitos en los meses lluviosos de junio, julio, noviembre y diciembre a nivel nacional. Los escolares desde los grados cuarto, quinto y sexto y los colegiales suman casi un millón de jóvenes que en esos periodos podrían sembrar 10 árboles diarios durante los meses lluviosos.

Si en esos meses lluviosos lloviera treinta días se podría decir que la reforestación del periodo sería de unos 300 millones de árboles por año.

El Comité Cívico Reforestador (COCIRE) tendría la dirección de la logística y la movilización del factor humano estaría bajo la responsabilidad del Ministerio de Educación y las dos universidades nacionales.

El coste mayor sería la compra de los 300 millones de bolsas para preparar los viveros en todos los departamentos del país y las semillas serían recolectadas por Codehfor, Yodeco, los demás madereros nacionales, el INA, las cooperativas forestales, los agricultores en general y los mismos estudiantes. Las demás operaciones serán trabajo gratuito de todos u operaciones de servicio de las instituciones gubernamentales o públicas.

Este proyecto podría iniciarse parcialmente este mismo instante y mantenerse a todo vapor como un proyecto prioritario por unos veinte años.

El costo no es tanto si sabemos que el dinero nacional se despilfarra en construir villas olímpicas transitorias, en comprar aviones de chorro desvencijados, en erigir altares a la estupidez y la soberbia en forma de estadios enormes de cemento como el de La Paz, en montar proyectos políticamente financiados, en publicidad impresa y radial, en instalar complejos y modernos sistemas computarizados multimillonarios, en donaciones casi millonarias a los miembros de la selección nacional de fútbol cuando ganan partidos de clasificación.

En fin, todo eso en que gastan los gobiernos sean del color que sean, como si fuesen magnates y que casi siempre se convierten en obras tontas y millonarias que no sirven a nadie sólo a los que las idearon para alguna movida.

El efecto posterior sería de mucho beneficio para nuestra nación y nuestros descendientes. ¡imagínense para el año 2010 tener florecidos unos cinco mil millones de árboles! Algo así como 500.000 hectáreas de las once millones del territorio nacional. Parece un sueño.

La reforestación no debe ser materia de demagogia ni motivo para que un grupo de politicastros quiera encumbrarse en el panorama político. O un grupo precipitado de civiles quiera sembrar arbolitos cuando estemos en pleno verano sólo para perder dinero, esfuerzos y tiempo.

La reforestación es un deber ciudadano de todos los hondureños: es la acción remuneradora de resarcirle a la tierra lo que le quitamos y que nos da vida, para ofrecerle un respiro en su infatigable labor de darnos oxígeno, frutos, agua, energía y un hábitat apropiado para continuar nuestra especie.

Esta es la sugerencia en pro de la reforestación, si para algunos tal vez parezca una idiotez, para otros podría significar una esperanza de que todavía hay tiempo para detener la destrucción no de Honduras solamente, sino del planeta, y eso es más reconfortante que cualquier honor o prestigio.

Este sería un esfuerzo de todos para beneficiarnos todos. ¿No creen que no es mucho pedir?

Ahora que la situación se ha vuelto crítica. Las organizaciones ambientalistas conglomeradas pueden convertirse en una punta de presión supervisora para exigir que las leyes forestales se cumplan.

Ya no es cuestión de que los intereses de las personas con el negocio de la madera son intocables; el asunto ahora, es cuestión de supervivencia. Que pueril es comparar los derechos e intereses de un grupito que podrían dejar de percibir ingresos con los bienes nacionales, con la supervivencia de toda la colectividad. La decisión es obvia: primero el bien común, después el bien individual.

Si se explota la obtención de semilla de pino, ¿por qué no se obliga a estas empresas madereras a reforestar parte de sus concesiones y parte de las zonas que tal vez se puedan recuperar en el sector central de la república?

Los pinos se recuperan solos, dicen los madereros tradicionales: ¡Pamplinas! ¿Se recuperaron en los cerros pelones de Comayagua, Francisco Morazán, Olancho suroccidental, las laderas descombradas por la Yoro Lumber en las montañas que rodean el valle de Olanchito?

Hay que ver estas montañas con uno que otro pino dignamente erguidos como recordándonos que ahí hubo una foresta cerrada verdeazulada y húmeda; hay que ver los lechos de los ríos convertidos en lechos pedregosos; hay que ver las tierras labrantías secas y casi desérticas del occidente del Medio Aguán, del valle de Comayagua, de Choluteca, Valle, Lempira.

Hay que ver las lomas que rodean la capital hondureña sin pinos ni manantiales que antes brotaban de las cuchillas de los cerros, hay que entrar a las casas de muchas colonias de Tegucigalpa que recogen gotitas de aguas subterráneas dudosas, como las famosas aguas saladas del Hato de Enmedio, Guaymuras, la Kennedy y otras, hay que esperar las enfermedades cutáneas y cancerígenas dentro de algunos años, ¡a quienes culparemos!...

Prácticamente las dos terceras partes de Honduras están en esa condición. Cuando llueve los brotes de vegetación cubren rápidamente los parches de tierra desnuda, pero tan débilmente que no les permite consolidarse antes de que venga la estación seca, cada vez más larga e intensa.

Podemos beneficiarnos con los bonos post Kyoto si forestamos o no deforestamos, hay países que ya lo están haciendo; esta imitación es admirable.

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