Desde Olanchito
hermano soldado
Marel Medina Bardales
Hermano soldado tú representas la protección, la defensa y la salvaguarda de la patria. Eres un símbolo de respeto, hermano soldado.
Francisco Morazán, héroe hondureño, debe ser tu senda de imitación pues fue un hambre digno, honesto y patriota. Dio su vida por la Unión Centroamericana porque siempre pensó que Centroamérica -la Patria Grande- seria más fuerte, más populosa, más rica, que cinco pequeñas repúblicas pobres y débiles.
Hermano soldado, tú eres pueblo. Al vestirte de verde olivo te sientes diferente, pero eres pueblo. Trátame como hermano aunque yo no lleve uniforme. Sé firme con el delincuente pero no seas ingrato ni cruel con el humilde, ni con la resistencia que exige el retorno a la constitucionalidad, ni con el inocente que por circunstancias de la vida tiene que ser detenido.
No humilles a tu hermano campesino cuando llegas a la aldea a detenerle para cobrarle multas indebidas. Mira dónde vive y mirarás miseria. Mirarás niños ventrudos y culichosos, caretos y con mirada de hambre en sus ojos.
No multes a ese padre campesino con cien o más lempiras que es apenas lo que gana por junto en una semana. Cada vez que multas al hermano campesino le quitas la tortilla de la boca a él, a su mujer y a sus hijos numerosos. ¡No seas ingrato, hermano soldado!
El hermano pueblo te pide protección, no lo pisotees. El hermano pueblo te pide justicia, no lo humilles ni lo explotes. El hermano pueblo te pide amistad y respeto, no lo desprecies ni lo maltrates.
Muchos hermanos pueblo te ven con miedo, desconfianza y rencor, pues sin razón en las marchas pacíficas por toda Honduras , a veces, les golpeas con la culata del fusil, o a porrazos los dejas inconscientes, o a patadas y puntapiés les sacas el aire de sus estómagos o fracturas sus costillas o desprendes sus riñones.
Hermano soldado, yo bien sé que hay muchos hermanos malos que si te descuidas pueden matarte. Pero hay otros, muchos-muchos, que son gente sencilla, humilde, pobre y desamparada, que parpadea nerviosamente e inclina la cerviz cuando tú haces un amago o violentamente le subes a un vehiculo o lo encierras en una pocilga llamada celda, hedionda a orines y excremento, a sudor, sangre y dolor, cundida de chinches, piojos y mugre. Ya comienza a cantar sin pena: nos tienen miedo porque no tenemos miedo, nos tienen miedo porque no tenemos miedo…
Esos muchos-muchos son hombres y mujeres trabajadores; en el campo: campesinos agricultores, jornaleros; en la ciudad: obreros, artesanos, estudiantes, oficinistas, profesionales y desamparados sin empleo. En fin, el pueblo, tu hermano pueblo. Cuando detengas al hermano pueblo no lo tortures, no conectes alambres eléctricos vivos a sus testículos, vulvas o pechos, o introduzcas tu tolete por las partes íntimas de las mujeres; ni les deshagas sus músculos y tejidos con bolsas llenas de arena que no dejan moretones. ¿Por qué te endureces, hermano soldado, cuando llevas uniforme?
Y tú, hermano teniente, capitán, coronel o general, ¿cómo es que tienes mansiones lujosas, grandes haciendas, vehículos caros y amantes fastuosas si tu sueldo es decente y humilde? ¿Acaso te tienta el narcotráfico, la corrupción y la sisa? Imita a Cabañas y dadnos ejemplo de hidalguía, prez y providencia. ¡No te sientas endiosado! Desconfía de esa cúpula con ese superioricillo de Romeo y compañía.
Hermano soldado: recuerda que sin uniforme vuelves a ser pueblo-pueblo, y que regresarás a vivir al pueblo, a prestar la fuerza de tus músculos, de tus manos o tu mente. Cuando dejes el uniforme encara al pueblo con la frente en alto y serás aceptado con los brazos abiertos, pero si te has portado mal, cuando dejes el uniforme vivirás nervioso, oculto, temeroso de que en cualquier momento, un hermano pueblo dolorido y vengativo se cobre en tu cuerpo las torturas y maltratos que tú hayas cometido sobre el cuerpo de él o en su familiar difunto
Que ese día dedicado a ti, sirva tanto al hermano pueblo como a ti, hermano soldado, como una reflexión, como una meditación de que todos somos iguales, aunque uno vista lienzo fino y el otro cubra sus carnes con harapos. Todos somos hijos de Dios. Somos hermanos, vivamos en paz. Cumple tu deber con rectitud y con justicia. No te conviertas en el verdugo injusto y malvado de tu propia sangre, de tu propio hermano. Nada es eterno ni dura mucho tiempo el mandato del poderoso autoritario. Aún los más poderosos escondidos tras fortalezas y protegidos por bayonetas cañones y esbirros terminan derrumbados.
Por eso, hermano soldado, cuando dejes el uniforme piensa y pregúntate: ¿Qué será de tí entonces? O sales digno o vivirás oculto como una fiera acorralada que en cualquier momento será atacada a mansalva por venganza y por rencor.
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